Antonio José Caballero: Un día de reportería en Zipaquirá

Antonio José Caballero (Q.E.P.D.)

Por Guillermo Romero Salamanca

Serían las 9 y 30 del miércoles 26 de febrero del 2003 cuando la tranquilidad de Zipaquirá se agitó con el asalto del almacén de variedades “Sensación”, localizado en el marco de la plaza principal, a un lado de la alcaldía municipal y pegada a la entrada principal de la residencia del señor obispo.

Las palomas revoloteaban agitadas ante la carrera que emprendió un nutrido grupo de habitantes que pagaban a pocos metros del lugar sus recibos de energía. Otros iban de un lado a otro sin atinar qué sucedía. “Se metió la guerrilla”, dijo uno, “son como 10 tipos armados”, comentó uno más.

Cerca del lugar estaba el agente de tránsito Edison Córdoba, un moreno acuerpado, arriesgado como ninguno y quien intentó ingresar a la fuerza del lugar. Uno de los asaltantes le disparó y cayó muerto a la entrada del almacén.

Zipaquira, escenario del «asalto» que un día cubrió Antonio José

Al otro lado del parque otro disparo se estrelló en la pared, pasando a centímetros de la cabeza de Guillermo, un lustrabotas que limpiaba su caja de trabajo. De inmediato, la noticia se esparció por el municipio de 120 mil habitantes en ese momento. 

En RCN Radio recibieron una llamada de un habitante del municipio que anunciaba que un grupo armado había tomado un almacén, mantenía a varias personas como rehenes y ya había un policía muerto. Cuando le contaron sobre los hechos a don Juan Gossaín, no dudó un segundo para encargar de la misión reporteril a su hombre estrella: Antonio José Caballero.

En cuestión de 45 minutos, «Fittipaldi», el conductor del móvil de la cadena lo ubicó a unos metros de la Plaza Principal de Zipaquirá. El reportero, con grabadora en mano, se paró en la esquina, al lado del Banco de Bogotá, miró hacia la catedral, calculó lo que ocurría, mientras observaba cómo francotiradores se ubicaban en distintos puntos. Unos arriba del campanario de la Catedral, otros más en un restaurante mientras unos se deslizaban sigilosos por los techos de la vivienda de monseñor Jorge Enrique Jiménez.

Antonio José pasó la mano por su barba y se dirigió a la alcaldía donde pidió hablar con el mandatario, el excomandante del M-19, Everth Bustamante. Lo conocía desde los tiempos de guerrillero y lo había entrevistado luego de la retención que el mismo grupo le había hecho en una cárcel del pueblo en Santiago de Cali. 

Antonio José Caballero

El burgomaestre lo saludó extendiéndole la mano, mientras le decía que estaban en un operativo con el Defensor del Pueblo Marco Tulio Cintura Arévalo para dialogar con los asaltantes que tenían retenidas a María Concepción Pinzón, Ana Dolores Sánchez, Marcela Camargo y a la dueña del almacén Sensación, Franceneth Flechas.

Antonio José tomó las impresiones del exguerrillero y salió a la calle en búsqueda de monseñor Jorge Enrique Jiménez, obispo de Zipaquirá, quien era también presidente de la Conferencia Episcopal Latinoamericana, CELAM, situación que había alarmado al Vaticano y al mismo Papa Juan Pablo II.

No era para menos, el 11 de noviembre del 2002, cuatro meses atrás de esos hechos, el obispo fue secuestrado en compañía del sacerdote Desiderio Orjuela, en ese momento párroco de Pacho, cuando se trasladaban a celebrar unas confirmaciones a jóvenes de la vereda San Antonio de Aguilera, en la vía a Pasuncha, en plena región del Rionegro, en Cundinamarca.

Ese mismo día el comandante de la XIII Brigada del Ejército, general Carlos Alberto Ospina, ofreció cien millones de pesos como recompensa por información y además les dijo a los medios de comunicación que el hecho delictivo lo había cometido el frente Policarpo Salavarrieta de las FARC. 

El periodista de Santander de Quilichao y que había entrevistado al Papa Juan Pablo II, Raúl Castro, Hugo Chávez, Yaser Arafat y que casi pierde la vida mientras entrevistaba al entonces ministro del Interior Jaime Castro Castro en el gobierno de Belisario Betancur, no desistía en recopilar información. Eduardo Peralta, un líder cívico del momento, le comentó que, si bien en el almacén vendían algunas joyas, no era su gran especialidad sino muchas cosas del hogar como almohadas, cojines, colchas y menaje fino en general.

Alberto Gualteros, dueño de Gana Hoy, una agencia de Lotería y Chance, invitó a masato y a un par de almojábanas al curtido periodista mientras le informaba sobre las edificaciones que rodeaban la plaza principal. 

Monseñor Emilio Ballesteros, párroco de la Catedral, también le dijo a Caballero que había establecido un diálogo telefónico con los asaltantes, quienes pedían un vehículo para salir del lugar y le habían comentado que eran de Yopal.

A las doce del día, cuando empezaba el noticiero, don Juan Gossaín le dio el cambio al reportero quien comentó: “Un grupo de asaltantes se tomó el almacén Sensación, localizado en la plaza principal de Zipaquirá. Mantienen cautivas a cuatro mujeres y el agente Édison Córdoba falleció víctima de los disparos que le hicieron los delincuentes”.

Luego describió el lugar, puso su grabadora cerca del teléfono y dejó oír las palabras del alcalde. Anunció que monseñor Jorge Enrique estaba en perfecto estado de salud y alejado del lugar, para darle tranquilidad a las autoridades eclesiásticas. Terminó diciendo que la Policía ya sabía que los forajidos eran de la capital del Casanare.

Antonio José miraba por todos lados, preguntaba aquí y allá y buscaba armar su mapa mental de los hechos. Era la sabiduría de la experiencia de mil batallas.

El susto más grande de su vida, desde luego lo representa el atentado que el M-19 le hiciera a Jaime Castro, ministro de gobierno del presidente Belisario Betancur. “Estábamos haciendo una entrevista en su carro. Él anunciaba la terminación del Estado de Sitio en 7 departamentos. De pronto en la Carrera Quinta, en pleno barrio de la Perseverancia salieron como 40 tipos montados y amparados en un carro grúa. En un momento no supimos qué sucedía. Yo le dije: ministro es un atentado. El chofer emprendió carrera y en menos de cinco minutos estábamos en Palacio. Estábamos cogidos de la mano. ¡Qué susto tan tenaz! El doctor Castro me decía: “Ala, Antonio José, yo no vi nada”. Yo le respondí: Pero cómo iba a ver si trae las gafas en la boca”.

No era la una de la tarde cuando los asaltantes dejaron en libertad a María Concepción Pinzón y uno de los antisociales, identificado luego como Óscar Quintana, salió con los brazos en alto y se entregó a las autoridades. De esta forma se permitió también mover el cadáver del agente de Policía.

Minutos más tarde Antonio José supo que los otros dos delincuentes habían sido identificados como Alexander Monroy y José Luis Sánchez.

“Eso va para largo”, comentó Antonio José Caballero. “Veo muy complicada una operación militar porque hay tres rehenes y sólo con el cansancio de los sujetos se podrá hacer algo”, dijo, mientras buscaba un restaurante para almorzar. Eran ya las cuatro de la tarde.

En Yopal, el padre de uno de los delincuentes escuchó las noticias y de inmediato determinó trasladarse hasta Zipaquirá a donde llegó al día siguiente, habló por teléfono con su hijo, le expuso el problema en que estaba y que sería condenado por secuestro, asalto y la muerte de un oficial de la Policía. 

El viernes en la mañana el muchacho pidió entonces hablar con su papá personalmente, hecho que fue aceptado por las autoridades. Luego de una corta conversación el progenitor salió con su hijo con los brazos arriba en compañía del otro asaltante.

Antonio José hizo entonces su informe diciendo que la policía ya se había hecho cargo de la seguridad del local, que había encontrado en buen estado a las mujeres, las habían soltado y luego las habían trasladado a un centro asistencial. Confesaron que fueron bien tratadas y que los muchachos no tenían experiencia en actos delictivos ni conocían a Zipaquirá porque siempre preguntaban cuál era la mejor calle para escapar.

“Listo maestro”, le dijo a ‘Fittipaldi’, “nos vamos por otra noticia”.

Este 17 de diciembre, cuando se conmemoran 7 años del fallecimiento de Antonio José, es muy posible que esté en el cielo preguntando, indagando y sobre todo haciendo periodismo, porque al fin de cuentas, él fue el caballero de la reportería.

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