La dictadura naranja

Iván Duque y su bélica economía naranja. Foto Las2orillas

Por Julio César Londoño, Bogotá

La escenografía de su posesión, señor presidente, esas banderas rotas y esa borrasca y ese Macías del 7 de agosto de 2018 le quedaron como anillo al dedo de su miserable administración.

Uno puede aceptar que la peste arruinó todas las agendas del mundo, incluida la suya, pero resulta que también en este frente su calificación es mediocre. Pasamos de tener excelentes cifras en la lucha contra el maldito virus a ser uno de los países más afectados, y los bancos celebran mientras la economía naufraga.

Nunca esperé nada de usted. Siempre tuve claro que para ser testaferro de un mentor tan criminal como el suyo había que ser muy ingenuo o un trepador suicida, y usted no es ingenuo. Si nos ponemos ontológicos, usted «no es». Por eso su administración no tiene carácter alguno. O tiene dos, uno malo y otro peor, como su borrascosa y esquizoide posesión.

Está claro que, no satisfechas con la captura de todos los organismos de control, las dos facciones de su partido, la «tecnócrata» y la sanguinaria quieren ahora las cabezas de los magistrados, de los opositores, de los manifestantes y de la prensa libre.

Se equivoca el valiente senador Cepeda al temer que el Gobierno declare un estado de conmoción interior. Hace rato que el Gobierno maneja el país de manera violenta y atrabiliaria. Hace rato opera como un régimen totalitario y policial. Hace rato abandonó incluso el cuidado de las formas, como lo demuestran sus desafíos a la Justicia, sus torpedos contra la JEP, la matanza del 9 de septiembre, los perfilamientos, la indolencia frente a los masacres, los ataques a la prensa, la estigmatización de la oposición, el desprecio por las minorías y los líderes sociales, sus «osos» monumentales en la ONU y el de Luigi Echeverry ante El País de España. (Si este es el cerebro del equipo, ¡cómo será el culo!)

Un síntoma inequívoco de la perversidad de su Gobierno es la similitud con la bota venezolana: aquí y allá amordazan la prensa, estigmatizan a los manifestantes y a los líderes sociales, saquean el erario, se amanceban con la mafia y convierten el sistema de contrapesos en un chiste burdo. Y ambos, el Centro Democrático y el chavismo juran que la ONU es un reducto comunista. No se extrañen si mañana Bolsonaro, Duque, Maduro y Trump conforman un «Eje del Bien» para luchar contra las fuerzas oscuras de los ambientalistas, los evolucionistas y la democracia social.

Si me quedara un átomo de optimismo lo invitaría a liderar una cruzada por la reconstrucción del país, a que juntemos esas «trizas» que son el gran trofeo de su Gobierno, pero no me queda ni siquiera un quark. Solo me resta decirle, en nombre de la resistencia, que aceptamos la declaración de guerra de su régimen, ese que se nutre del cadáver del comunismo, que come carroña fariana y excreta dictadura naranja. Estamos listos para enfrentarlos con palabras y canciones. Ese pueblo que derrotó al partido de Gobierno y a su gavilla de gavirias, chares, pastranas y demás saurios del pantano en las elecciones de octubre, sumados a los manifestantes de septiembre, a los indígenas y los líderes sociales, a los estudiantes y los profesores, más los millones que se han unido a la causa en el año de la peste, estamos listos para volver a la calle.

Ah, también estarán en la minga los tribunales internacionales, la prensa liberal del mundo, El Comité Noruego del Nobel, el Parlamento Europeo, todo ese consenso mundial que hace años tiene entre ceja y ceja al delirante santón del Ubérrimo y a sus alfiles.

Ah, lo olvidaba: también tenemos un arma deliciosa, el humor, esa gracia del espíritu que nunca han tenido los fundamentalistas.

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1 comentario

  1. Tal cual. Excelente columna desnudando la realidad de este pais desde el primer dia que se posesiono este titere que ha resultado mas nefasto que el virus que nos azota en estos tiempos. La culpa es de medio pais que le ha creido al mesias hoy preso
    en su cana-finca al mejor estilo de pablo escobar. VERGUENZA.

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