Hastío

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Por Carlos Alberto Ospina M.

Unos cuantos salen con el rabo chamuscado tanto más que el que buscan prender fuego. No soy de aquellos que se asignan la representación de la mayoría. Considero esa pretensión postiza y cómoda a nivel de producción intelectual. No obstante, a varios nos produce náuseas el grado de veneno y malquerencia constante de ciertos personajes que molestan e irrespetan la inteligencia. ¡Joden por todo! incluso por las interpretaciones de la nada.  

Esos sujetos tienen por oficio caminar reguardados para evitar la exactitud de las frases, soslayar las responsabilidades y esconder la tesis que garantiza la legitimidad. Encarnan la conciencia errónea y la mala fe. Son escuderos de la perversidad dedicados a llevar recados y torcer las palabras al tope de lo inverosímil.

Ellos hacen gala de una narrativa folclórica, cuatrera e impúdica. Evaden la confrontación, por doquier lanzan insultos, censuran las pruebas irrefutables u omiten el término argumentativo. Así se escribe la historia por fuera del contenido revelador. Hasta el punto de eximirse del cumplimiento de la ley y repudiar los derechos fundamentales de los demás.

Los envenenadores aprovechan la ignorancia invencible de novatos periodistas que, tragan entero, las esporas contaminantes del discurso agrio y violento contra alguien. Por acertado o no que sea el otro, los dientes agujereados no conocen de profilaxis. Cualquier herramienta de comunicación exige la misma precisión y firmeza de pulso que el bisturí en manos de un cirujano. El instrumento no es para matar al mensajero ni a la paloma, tan solo para escudriñar la verdad rigurosa y sabia.  

Por esto, la desazón que causa al odiador el que le pongan de manifiesto la prueba por encima de sus contradicciones e imprecisiones sobre los acontecimientos. Le enfada que lo vean débil, corrupto y embustero. 

Debido a la escasa de fuerza deductiva, el vengativo, utiliza la artillería de falsas noticias y el frágil recurso de la calumnia e injuria. Las operaciones de ataque están dirigidas a destrozar la reputación y menguar la voz de la persona que se opone a reproducir la hipocresía. Mentira es todo aquello que traiciona el equilibrio natural de las cosas.

El hostigador insiste en la anarquía sin reparo ni proposición de diálogo ciudadano. Esta última opción de juicio infalible traza el desplome de la discusión y, por tanto, le echa a perder la ambición de poder. Al no tener el efecto esperado en la multitud niega la intención maliciosa de los actos con base en la supuesta regulación de la igualdad delante de la justicia; sin embargo, hay que dudar de la falta de unidad y coherencia del resentido.

En singular, el maniático inventa lo que le viene en gana y en plural, conspira contra el principio de gobernanza o el Estado de derecho.

Las declaraciones formateadas y los redundantes mensajes de insatisfacción de que “nada está bien hecho” demuestran que no se anhela conseguir el bienestar común. Los rencorosos quedan en evidencia gracias al repetido libreto de artimañas. Por decirlo así, dan ganas de vomitar.

Enfoque crítico – pie de página. Ahora resulta que los mayores depredadores de los recursos naturales, las Farc, eran guardabosques y protectores del medio ambiente. Es muy bruta la “youtuber” que difunde esa aseveración o tal vez, la trepanación del cráneo, la hundió en el consumo de alucinógenos producidos y exportados por ese cartel guerrillero. ¡Hay que fastidiarse! Con gente sin ocupación conocida.

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